El año en el que el yoga llegó para quedarse
/Para el mundo moderno, 2015 fue un período de evaluación. La apariencia de las marcas de yoga hizo aún más mella y el vientre sin photoshop continuó ganando atractivo en el mercado. Tanto las comunidades de toda la vida como las entidades corporativas que antes reclaman derechos en la una vez vasta frontera, ahora luchan por seguir por delante de los vientos digitales que ahora dan forma al nuevo paradigma.
Mirando atrás hacia todo este último año, Brave New Yoga World, mi optimismo resultó estar justificado pero no tuvo en cuenta las dificultades y tendencias inesperadas que solo el tiempo puede revelar. El alejarnos de la codicia de la noción idealizada de un “cuerpo de yoga” hacia unos beneficios más profundos y tangibles es donde mi intuición y mi esperanza se mantienen más fieles. Pero como la industria se ha adaptado a los cambios económicos, las oportunidades para encontrar una base financiera para esta nueva dirección se han visto minadas por fuerzas externas.
La gente está harta de que les enseñen yoga como si fuera un entrenamiento militar.
He estado promocionando una Revolunción del Yoga Lento en la última década pero este es el primer año que realmente sentí que no era solo mi deseo. Que yo recuerde, cuando escribía sobre algo que cuestionara la convención de trabajar demasiado nuestros cuerpos en clases de grupo, la mayor parte de las respuestas eran despectivas. Me veían como alguien que odiaba y que tiraba por tierra las oportunidades de exponer el yoga a gente que puede que en condiciones normales no estuviese interesada. Esta sigue siendo la línea de razonamiento, a menudo para justificar típicas hipocresías y recelos. Pero en los últimos seis meses, me he encontrado con una serie de voces que también dicen lo mismo, y el hilo de los comentarios está marcado por un coro de de amenes.
Por supuesto, hay muchos compañeros que aún prefieren sudar y no les importa lo que yo o cualquier otro tengamos que decir. Lo que es más poder para ellos. Como hay gente suficiente llegando a muchas de estas conclusiones, los viejos y arraigados debates están volviéndose irrelevantes. Cuanto más se aplica la práctica del yoga a contextos y poblaciones más allá del modelo del ejercicio físico, más conocimiento público se cosecha así como distinciones y propósitos de diferentes enfoques. El resultado final es que aquellos que quieren hacer posturas por deporte igualmente tienen una amplia oportunidad y aquellos que pueden estar buscando algo más están encontrando lugares alternativos.
Lo que cada vez está más claro es quela supervivencia financiera requiere que los profesores obtengan habilidades que no tienen nada que ver con la enseñanza del yoga.
El año pasado, hablando sobre la caída de un viejo gurú y en modelos basados en marcas, sugerí que el futuro sería sobre individuos, valor e integridad personal. Esto se ha confirmado de muchas maneras. La gente se ha vuelto en gran medida insensible a los coercitivos anuncios de internet y campañas de email. Lo único que consigue atravesar el vacío de nuestras pantallas es algo que se sienta como auténtico y humano, algo que pueda tocar la fibra sensible lo suficiente como para desencadenar una innegable respuesta emocional.
Los profesores de yoga están creando experiencias y contenido destacable en muchas formas jamás vistas. Pero para convertir esa habilidad en tu medio de vida necesitas comercializarlo. Los gurús del marketing han leído las hojas del té y están explotándolas al máximo. Y los talleres que aseguran ayudar a los compañeros a convertirse en “emprendedores del yoga” tienden a ser más un cebo que juega justo en las manos de los que mueven los hilos. No se trata solo de tener una web, una página en Facebook y una cuenta en Twitter sino saber lo que hacer con esos medios de comunicación. Los profesores de yoga están mal equipados y detestan desarrollar habilidades en marketing ya que son habilidades completamente distintas que entran en conflicto con el proceso de enseñar yoga.
Como en otros sectores de la economía, la habilidad de las pequeñas empresas para competir con las de gran escala está disminuyendo. Sin embargo, no está todo perdido.
Es comprensible que los profesores de yoga no sean buenos en marketing. Es descorazonador que lo necesiten para poder dar clase, y de ahí el atractivo de los portales y servicios que buscan quitarles carga. Pero puede que lo que se haya ganado a través de subcontratar las necesidades de marketing no se puede igualar al tipo de balanza que Yogaworks y CorePower tienen a su favor. Por no mencionar la traicionera naturaleza del comercio electrónico que requiere de negocios independientes para permitir deliberadamente que los likes de Amazon incorporen sus mercancías ganadas con esfuerzo o volverlas invisibles.
Durante muchos años, los profesionales del yoga trabajaron incansablemente para traer el yoga a la la vista del gran público. El hecho de conseguirlo tuvo también repercusiones. El yoga ya no existe solo en las minorías. El yoga ya no significa contra-cultura. El negocio del yoga es una asignatura de las mismas fuerzas del mercado en las que antes no operaba. Tenemos que afrontarlo queramos o no.
Pero a pesar de esta, de alguna forma sombría, expectativa de que los profesores de yoga independientes prosperen, hay algo que está de nuestra parte: como la balanza de las operaciones continúa creciendo y eclipsando a los jugadores solitarios, es imposible que puedan proporcionar el mismo tipo de experiencia. El péndulo está volviendo atrás. Cuando se trata de necesidades personales y salud, confiar en la humanidad del proveedor compensa con creces la ilusión de seguridad que nos da hacer pedidos a través de la caja grande. Lo que ha sido devaluado en la espiral de nuestro nuevo universo digital volverá a ser apreciado.